Después de casi
cuatro horas de sueño nos despertamos con unos toques fuertes en el cristal del
coche. Es el conductor, listo para volver a Bangalore quiere que le paguemos y
descarguemos rápido el coche para que empiece
su viaje de vuelta. Dormidos, empezamos a descargar los ordenadores ayudados
por los aldeanos curiosos que de paso se paran a echarnos una mano y tocar con
sus propias manos las maquinas que desde el sábado pasado son el tema de todos
los rumores del pueblo.
Una vez acabada
la tarea de descarga nos invitan en el salón de la casa, donde nos explican que
por un problema familiar no nos han podido buscar alojamiento en el pueblo pero
nos podemos quedar en la casa del alcalde hasta que se soluciona este pequeño
inconveniente. Ni no terminamos de aceptar la oferta que ya encima de la mesa
nos espera un desayuno con arroz, salsas muy condimentadas, curry y ajís. Una explosión de sabores incitan y queman al mismo tiempo las papilas
gustativas pensando por algunos segundos que se me va a quemar incluso la piel
de los dedos de la mano con cual como. Bajo las miradas atentas de todos los
participantes, como las de un juzgado muy exigente, se nos analiza cada movimiento intentando
adivinar si la comida está a nuestro gusto. La simple aprobación a su pregunta
¨Utta, Good?!¨ produce risas y un estado general de felicidad entre los
participantes al desayuno. Somos quizá los primeros huéspedes extranjeros que
pisan la tierra de su pueblecito perdido entre palmeras y plantaciones de algodón y todo el
mundo quiere que nos sentemos bienvenidos en sus casas – una responsabilidad heredada
de sus antepasados con cual no quieren para nada fallar. Se repiten las mismas
preguntas ¨Utta, good ?!¨ y cada respuesta positiva se difunde entre el público
asistente sembrando entre los aldeanos un sentimiento de orgullo que su simple
comida está tan apreciada por los nuevos huéspedes.
Ellos son
BADELADAKU, la tierra, la comida y las costumbres de este sitio son una parte inherente
suyos. Los dioses del modesto templo que vigilan el pueblo son también suyos y
hoy no se sienten como un grupo de personas sino como uno mismo, uno tan
orgulloso por todo que ha conseguido en
su historia. Estos momentos son muy apreciados
por la gente de aquí, porque hoy Badeladaku, no es solo un pueblo olvidado por
las autoridades y siempre en la sombra de las grandes ciudades, hoy en los ojos
de dos extranjeros brilla con sus calles llenas de niños sonrientes, mujeres
que trabajan sin descanso desde el amanecer hasta la puesta del sol y hombres
con la piel de los manos llena de rasguños por el trabajo duro que necesitan sus
tierras.
Después del
desayuno, empezamos por fin a trabajar en lo que va a ser el laboratorio de
informática. Juntos decidimos el aula que alojará el laboratorio y empezamos
las primeras mediciones. Un grupo de
diez personas supervisan atentamente el proceso y comentan cada paso o
resultado de la medición transformando todo en un chaos donde nadie sabe
exactamente lo que se ha decidido o que están midiendo en ese momento. Como no
tenemos ningún plan o boceto de lo que queremos hacer, abandonamos el estilo hindú de trabajar y empezamos a dibujar un pequeño
plan de la habitación para tomar las decisiones antes y luego medir. Se empieza
a medir en pulgadas y se anotan como centímetros, para luego medir la segunda
pared en pies y anotar todo en metros – dentro de unos minutos nuestro plan es
un fallo total donde nadie coincide con nadie. Decidimos empezar de nuevo
midiendo todo en pulgadas y poco a poco el plan empieza a tomar una forma y
tener sentido. Seguimos marcando sobre la pared la posición de las mesas de los
ordenadores, la posición de los enchufes pero en cuestión de unos minutos ¨el concilio¨
formado por los profesores asistentes tiene otra idea así que el electricista
realiza nuevas marcas transformando la pared en algo parecido a un cuadro de
Picasso, de donde nadie entiende nada pero todos están de acuerdo que es
bonito.
Si alguien descontento
intentará decirme que los españoles trabajan poco y con muchos descansos le
mandaré para que trabaje con hindús – cada hora nos estábamos parando para
tomar un té, al mediodía el electricista desapareció casi dos horas para comer
y hacerse la siesta para terminar el día a las 4:30 dándole tiempo para la
merienda y la admiración diaria de la puesta del sol.
Como todos os lo
podéis imaginar en el primer día no hicimos muchas cosas, solo montamos algunos
metros de bandeja de PVC para los cables y fijamos en la pared el cuadro eléctrico. No es todo la culpa del trabajo lento del electricista
y la multitud de descansos tomados sino también de las herramientas utilizadas:
un taladro manual, un alicate cerca de la jubilación y un martillo que con cada
golpe en la pared necesitaba un pequeño arreglo. Decidimos quedar el siguiente
día, miércoles, bien temprano a las 8:00 para seguir con el trabajo de la
instalación eléctrica.
El día se acabó
tal y como empezó, con una cena en familia con el mismo arroz, salsa muy
picante y curry todo bajo las miradas muy atentas de todos los miembros de la
familia acompañados por la pregunta sin fin ¨Utta, good?!¨ (¨utta¨ significa
comida en el idioma local kannada) - y la respuesta ¨Yes, very good!¨ que no
paró de traer las sonrisas y la satisfacción general.
Podéis visualizar el resto de las fotografías del día pinchando el siguiente enlace : https://picasaweb.google. com/107210876678783829516/Day2
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